Ergonomía es dormir estilo cucharita

Un espacio lleno de lugares comunes nada común.

jueves, julio 15, 2004

TODO LO QUE USTED QUERIA PREGUNTARLE AL PANTANO...

Pero no se atrevio...

“El deseo”, por Telefé
¿Estamos todos locos? Natalia Oreiro habla con las aguas de un pantano... y ellas le contestan

Jugando con lo exótico a morir, el guión de la novela se pasa de fantasioso. Las actuaciones, especialmente lo hecho por la protagonista, empiezan a dejar, paradójicamente, mucho que desear.

Hay que decir la verdad. Uno está acostumbrado a otra cosa: a (cierta) sensación de normalidad rutinaria, a algún tipo de costumbrismo familiero que lo acompaña desde pequeño, a varios “estoy acá para disfrutar de esas pequeñas cosas” que le completan la vida. Pero no para ver semejante... "cosa". A fuerza de locura y trasgresión, el que miró tele anoche tuvo que acomodar bastante la retina para comprender lo que verdaderamente estaba ocurriendo. Era raro. Era extraño. Era algo casi inentendible. La pantalla mostraba a Natalia Oreiro charlando, sin vergüenza, con las inquietas aguas del pantano de “El deseo”, la novela más loca, definitivamente, que puso al aire Telefé.

Así como se lee. Ella estaba ahí, paradita en la orilla, con una tela blanca en la cabeza, diciendo cosas cómo “¿y vos me podés ver?”. No se lo preguntaba a un amigo. Ni a uno de sus tres galanes. Ni a la madre que tiene pero que todavía no sabe que tiene. No hablaba con ningún ser humano. Ni siquiera con la mismísima nada. Natalia (Carmen) hablaba (en sueño) con el rarísimo pantano del pueblo que es el eje del secreto más atroz que esconde la trama de la novela. El agua, de lo más gauchita, hacía piruetas para “contestarle”. Se movía para arriba, para abajo, giraba para un lado y para el otro. Un amor...

Después, cuando la actriz y su nuevo “amigo” ya entraron más en confianza, siguieron conversando como chanchos: “¿Tenés para decirme algo bueno?”, “¿sos ciego vos?” (pregunta fundamental para hacerle a cualquier pantano), decía Natalia con cara de desquicio. Y las aguas seguían danzando para sacarle las dudas. Porque parece que tienen vida o algo parecido. A esta “rareza”, la novela suma determinadas otras características que también la acercan más a la locura: protagonistas que son más malos que buenos, drogas extrañas que hacen “volver al pasado”, un nene con poderes que ve el futuro, un tuerto sexópata, un científico muerto llamado “el loco del agua”.

Más allá de la búsqueda de sorpresa permanente que se huele en la tira. De los magros resultados numéricos que obtuvo hasta ahora. De la poca convicción que tiene la Oreiro en su rol de hacer “sufrir” a alguien con su patética historia de vida, parece que “El deseo” y sus aguas danzantes y parlanchinas, prometen más extravagancias voladas que contenido entendible a la hora de llenar las simples expectativas del televidente. Para ponerle un poco de contexto histórico a semejante ocurrencia made in TV, habrá que recordar que, la añeja y siempre bien conservada, Graciela Alfano también parloteaba con cosas que no suelen decir "ni mu". Ella, lo hacía con unas ricas tostadas...

Lorena Bassani. De la Redacción de Clarín.com.
lbassanitv@claringlobal.com.ar